¡La guerra que va a dar este mes de abril! Ya me lo podrían haber robado como rezaba Sabina. Ni el debate sucesorio de Zapatero, ni las ofertas que propone la justicia española a razón de 22 años de cárcel por 22 asesinatos y le quitamos dos, aprovéchese. Ni, incluso, la madre que parió a la crisis. Nada. Todo ha quedado en un segundo plano por el fútbol.
Los Madrid-Barcelona o Barcelona-Madrid, para que nadie se ofenda que está el tema muy sensible, sirven de paréntesis y de paraguas ante el chaparrón que no escampa. No tendremos ni para comer colega, pero oye, hay fútbol y algo es algo.
Este analgésico deportivo actúa rápido y usa las técnicas houdinianas del escapismo, para evadirnos durante noventa míseros minutos, de todos los problemas, que para algunos, son muchos por desgracia.
Joan Laporta durante su etapa como presidente del FC Barcelona |
O eso era antes, porque ya ni el fútbol te dejan ver tranquilo. Ahora, ya no estamos pendiente de si juega Puyol o si de Mourinho dará la mano a Guardiola. Ahora vamos a estar atentos a cómo actúa la gente cuando suene el himno de España que, pese a quién le pese, es el himno de todos los españoles, lo que incluye a vascos y vascas, catalanes y catalanas, andaluces y andaluzas, madrileños y madrileñas y canarios y canarias. Es que el tema del machismo en la lengua está también muy mal visto en los últimos tiempos…
Porque podríamos analizar la corriente catalanista, muy respetable, instaurada a comienzos del siglo XX y no desde la prehistoria como defienden algunos cavernícolas. O podríamos decir que el condado de Cataluña pertenecía a la Corona de Aragón, que como todos sabréis en su unión con la reino de Castilla, formaron en gran medida, la pocilga que hoy conocemos como España. Pero eso lo dejamos para otra ocasión.
Prefiero centrarme en el respeto, que es de lo que va esta vaina. Porque un chupatintas de Solidaridad Catalana por Cataluña, partido independentista creado por Joan Laporta, ex-presidente del Barcelona y próximamente en los mejores cines en “juzgado por cogerse unos millones de las comisiones”, ha pedido defender la catalanidad “de forma cívica” silbando el himno. Es lo que pasa cuando se dejan suelto un cabestro, que se pierde.
Este es un país democrático que cuenta con la libertad de expresión como uno de sus estandartes. Pero una cosa es la libertad de expresión y otra es pasarse por el forro las instituciones y los símbolos de tu país. Como se dijo ayer en un famoso programa de televisión “yo no soy católico, pero no por eso voy a la iglesia a silbar el Padre Nuestro”.
Lo dicho. Que viva el fútbol y que todos estos personajes que no representan a Cataluña ni a los catalanes queden fuera del terreno de juego porque lo único que fomentan es el odio y la falsedad. En definitiva, la historia de este país, o como diría mi padre:de las dos Españas.
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