En todos los sitios y lugares cuecen habas y crían tontos. Que luego se junten o no es cosa suya, aunque dentro de poco, la marca tipical spanish va a rescindir el contrato con los toros y las sevillanas para patrocinar a un grupo en expansión, cuyas inversiones se han triplicado en los últimos años. Me refiero a los idiotas. También conocidos como gilipollas, tontos, imbéciles o payasos, sin ofender a los bufones y a los honorables currantes de la profesión circense.
El idiota común cuenta con el problema de la superpoblación y está presente en todos los rincones del planeta, aunque en España, con su libertinaje, su permisividad con la ley y su tufo a república bananera ha encontrado su hábitat natural.
Este ser se adapta a cualquier ambiente y puede ser fácilmente reconocido en innumerables situaciones. Una de las más habituales nos presenta al imbécilus ibérico en uno de sus lugares favoritos: el coche, donde la música se encuentra a un nivel demasiado elevado para el ser humano común. Es uno de los puntos débiles del idiota. Si veis a un chico o chica en el metro o en el autobús compartiendo con todos las canciones reggetoneras de su móvil, no dudéis, se trata de un imbécil. Si vais a una discoteca donde te pueden estallar los tímpanos, abrid bien los ojos pues veréis a numerosos especimenes. Si llegáis a conocer los gustos musicales de vuestro vecino de arriba, que no os avergüence decir que compartís bloque con un auténtico merluzo.
Si hablamos del oído como una flaqueza de estos individuos, su nariz alardea de ser una de las partes más importantes de su fisonomía. Grande y con los orificios bien abiertos, lo que en ocasiones provoca importantes sangrados que culminan en polvos de talco o harina, qué sé yo.
Un tonto común no entiende de cultura (quesito marrón en el Trivial, por si alguno de ellos está leyendo esta entrada). Ellos prefieren hablar de cultura callejera. Traducido a un lenguaje coloquial estaríamos hablando de pintorrear paredes y destrozar el mobiliario urbano, algo en lo que algunos son expertos y por lo que habría que darles el premio a gilipollas cultural del año que, visto lo visto y los tiempos que corren en los que hay que reinsertar a todo imbécil o inadaptado, no me extrañaría verlo en un par de meses.
No quiero finalizar esta entrada sin antes realizar una breve descripción de su apariencia física y forma de vestir. Gorra al estilo parabólica Digital Plus, calcetines por encima del pantalón y pendientes en la ceja o en el labio son algunos de sus condimentos indispensables. Algunos también cuelgan de sus cuellos rosarios, por lo que deben venerar a San Apapucio o San Pito Pato, los santos en los que nos cagamos con más frecuencia la raza humana.
Si os encontráis a un ser por la calle con falta de oído, la nariz grande y con marcas de sangre y viste con la gorra apuntando al cielo, miradle fijamente y quedaros con su cara porque posiblemente estéis viendo a un futuro ministro y quién sabe si presidente del gobierno de España, el país de las oportunidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario