Bien B ni 2

En primer lugar, además de daros la bienvenida y expresar el deseo de que el blog os guste, tengo que decir que el proyecto que hoy comienza surge en mi cabeza hace varios meses, cuando emprendo la aventura de un viaje Erasmus y, a través de un amigo, compartimos universidad y madridismo, me anima a contar mis aventuras y desventuras como estudiante de intercambio en Italia, a modo de diario.

He de reconocer que al principio la idea no caló en mí, pero poco a poco comienza a explotar una corriente de pensamientos y reflexiones que necesitan ser expuestos en un cuaderno en blanco. A partir de ese momento y tras numerosos halagos y felicitaciones me doy cuenta de que, aunque poca de momento, hay gente a la que le gusta lo que escribo y cómo lo escribo.

Hasta ahora esto de escribir había sido un ejercicio de egoísmo puro, en el que plasmaba tan sólo aquellas consideraciones que a un servidor le venían en gana. Sin embargo, estoacabadempezar tiene una misión distinta, y no es otra que hacer pensar y reflexionar al lector en temas de diversa índole en el que todas las opiniones y comentarios tendrán cabida dentro de un respeto que requiere cualquier medio de comunicación serio.

La política, el deporte, España, el mundo, la música, ciencia... Cualquiera de estos temas y muchos otros tendrán su espacio dentro de una organización y un modelo bien estructurado.

Sin más os doy una grata bienvenida y os animo a participar en el desarrollo de esta herramienta comunicativa. Ya sabéis: esto acaba de empezar!

lunes, 13 de junio de 2011

Sobre misas modernas y concilios

Sábado. Una de la tarde o p.m., como dicen los guiris. Emperifollado, con cara de pocos amigos a causa de una resaca tan inoportuna como inesperada y a las puertas de una iglesia para asistir a misa. Tranquilo compadre, de peores has salido, me digo quitándome el sombrero según entro al templo.

Una voz monótona y unos altavoces dignos de un concierto de Bustamante que amenazan con volverme loco me dan la bienvenida. Páter tengamos la fiesta en paz, que yo rezo todas las noches y esto son horas extras que nadie me paga.

Por fin tomo asiento, no sin antes recoger tres o cuatro veces mis gafas de sol del suelo que mi madre se ha encaragado de tirar sin ningún complejo con su mantilla negra. Esto no es un campo de fútbol, así que no está permitido comer chicle, anuncia el párroco por la megafonía. Mi madre, que me mira con los ojos bien abiertos y una expresión que mezcla miedo y sorpresa, se traga el suyo. Por lo menos el cura la ha acojonado y no se moverá, para alivio de mis gafas. Nada más lejos de la realidad, me dicen mirándome desde el suelo.

En pie. Veinte minutos de reloj. Las piernas me flaquean y mis pies me piden una solución que pasa por posar mis posaderas en el banco de madera. Esta vez el acojonado soy yo cuando un perro de presa con un cartel que reza catequista, circula por el pasillo de la parroquia estableciendo el orden, en concreto, su orden.

Por fin me siento. ¿Cuánto vale un yate? oigo preguntar al páter. Joder con la Iglesia, ya no sabe qué hacer para ganar clientes que ha metido una cuña publicitaria de El Precio Justo. Dos minutos más tarde me entero que todo era una metáfora para demostrar que Dios, Cristo, la Virgen, su mascota la Paloma, el Papa, los obispos y toda la madre que parió a la Iglesia no tiene precio. ¡Bendita contradiccion! pienso según arrojo mis últimos 50 céntimos al cesto de mimbre que sujetaba, en esta ocasión muy sonriente, el perro de presa.

En pie. Sí, otra vez. Una muerte por indigestión de ibuprofenos cada vez adquiría una forma más clara en mi cabeza. Los hits eclesiásticos del verano eran la causa de ello. Alabaré alabaré, Dios es amor la Biblia lo dice y Santo, santo, santo es el Señor son el cúlmen del gran concierto. Sólo falta La experiencia religiosa.

En esas el perro de presa echa a una maruja a la calle. Mis gafas de nuevo en el suelo, gracias mamá te doy pistas para lo que quiero en mi próximo cumpleaños, y yo acojonado con el catequista bipolar. Antes de dar las hostias, para mi gusto pocas las que se repartieron, hay tiempo para la paz. Literal. Besos de señoras con cemento en la cara y apretones de manos calientes y sudorosas.

Con ganas de cagarme en el Copón de Bullas miro al Cristo que está crucificado . Me devuelve la mirada, resignada y compasiva. Y qué quieres que haga yo, me dicen sus ojos, si con esta chorrada de las misas modernas y los postulados del Concilio Vaticano, más que la Casa de Dios esto parece una casa de putas. Y es en ese justo instante cuando me marcho en paz. Con Dios.

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